Atender a la diversidad es una actitud ante la vida, es un principio básico en la intervención educativa y lo debería de ser en la vida en general. Todos somos diferentes, con nuestras cualidades, nuestros talentos, nuestras áreas de mejora y nuestra manera de entender el mundo. Tomar conciencia de la riqueza del valor de la diversidad y de una educación sensible que responda a las diferencias individuales es el punto de partida.
Atender a la diversidad en un colegio implica, en primer lugar, partir de un concepto determinado de lo que es educar y educar no es solo transmitir conocimientos, es enseñar a respetar, a intercambiar experiencias con el otro, a llegar a acuerdos, en definitiva, es aprender a vivir en una sociedad plural. Una vez que partimos de este amplio concepto de educación, viene todo lo demás, la parte organizativa, el tener que llevar a cabo las acciones educativas necesarias para atender a todos nuestros niños, de manera que ayudemos a cada uno de ellos a desarrollarse plenamente a todos los niveles.
Partimos de la realidad de que nuestras aulas nos son homogéneas, como no es el mundo de los adultos. Por ello, nosotros entendemos la diversidad en el sentido más amplio de la palabra y no solo refiriéndonos a diagnósticos psicopedagógicos de alta capacidad, dislexia o déficit de atención, porque un niño que tiene una pérdida familiar necesitará también una atención especial o que acaba de tener un hermanito y se encuentra invadido por los celos también requerirá de un acercamiento diferente… esta mirada hacia la diversidad es necesaria con todos y cada uno de nuestros niños porque solo desde ahí, podemos ir dando respuesta a las necesidades de cada uno y ofreciéndole lo que necesita.
En las aulas nos encontramos niños con diferentes capacidades e intereses, distintos estilos de aprendizaje y diversas maneras de relacionarse y mostrar su afectividad. La clase es un reflejo de la sociedad plural y multicultural en la que nos encontramos y que hemos de aprender a gestionar y, lejos de ser un problema, son una fuente inagotable de riqueza y aprendizaje para el profesorado.
Pero gestionar esta heterogeneidad no es una tarea fácil; se necesitan medios, formación y una alta sensibilidad para comprender que hemos de disponer de las medidas curriculares y organizativas necesarias para que nuestros niños progresen de manera adecuada y obtengan lo mejor de ellos mismos. Así, es necesario un planteamiento curricular abierto y flexible, que permita adaptarlo a las condiciones específicas de los alumnos con el fin de asegurar el derecho individual a una educación de calidad en la que todos tengan la posibilidad de acceder a los mismos recursos y tengan las mismas oportunidades de aprendizaje.
Para conseguirlo, se necesita contar con metodologías activas, propuestas educativas específicas de atención a alumnos con altas capacidades, apoyos para alumnos con dificultades de aprendizaje, tiempo para los profesores para organizar planes de trabajo individualizados, orientadores que establezcan pautas de actuación para todo el claustro, orientación familiar… y engranar todo ello con un programa de educación emocional encaminado a trabajar el valor de la diversidad en el aula, porque diversidad es sinónimo de riqueza.
Por supuesto, en todo este proceso es parte imprescindible la familia. Es necesario mantener una comunicación fluida con las familias, tanto con el fin de intercambiar informaciones sobre aquellos aspectos que puedan resultar relevantes para mejorar el proceso de aprendizaje de los alumnos, como para orientarles y promover su cooperación y participación. Una atención global al niño no se entiende sin la implicación de su familia.
De la misma manera que es esencial contar con un equipo de orientación que centralice todo el proceso y que realice las evaluaciones psicopedagógicas necesarias, asesore a los profesores sobre medidas a llevar a cabo en el aula y recursos didácticos a emplear, oriente a familias y realice el seguimiento, junto con el tutor, de la evolución del alumno en los diferentes apoyos y medidas aplicadas.
Sabemos que no es un camino fácil, pero es necesario tomar conciencia de ello y de cómo cada colegio nos adaptamos a nuestra diversidad. Hoy en día los centros educativos somos el motor de transformación de esta sociedad cambiante y plural, y es nuestra principal misión lograr formar a unos niños que, además de altamente preparados a nivel académico y competencial, lleven integrados los valores de la solidaridad, la tolerancia y la cooperación; solo así podremos asegurar que nuestros alumnos han alcanzado un desarrollo pleno.